La Valoración de Empresas se reconoce actualmente como una especialidad de las Finanzas Corporativas la cual se encarga de la medición monetaria del valor de los elementos que componen una empresa, esto es básicamente insumos y procesos. Esta valoración puede tener varios fines, desde el seguimiento y control de la gestión administrativa financiera hasta la compraventa de parte o todo el paquete accionario de la misma.
Dado que la valoración de empresas es un ejercicio basado principalmente en proyecciones futuras, muy rara vez se habla del valor de una empresa como si fuese un valor único, sino más bien de un rango razonable de valores entre los cuales podría estar tanto el valor único así como el precio que se pagaría, aunque normalmente ocurre que tal precio está muy por fuera de este rango.
Para establecer este rango, muchos analistas y consultores deciden utilizar varios métodos de valoración, bajo la excusa de que cada método arroja un resultado distinto. Pues bien, en mi experiencia profesional les puedo decir con toda seguridad que esa es una verdad a medias, puesto que sí existen varios métodos de valoración (véase el cuadro sinóptico) y algunos de ellos pueden resultar en valores distintos, pero dentro de cierto grupo en particular (específicamente los métodos de descuento de flujos de caja y de creación de valor), todos los métodos coinciden en el mismo valor único.
Entre los dos grupos antes citados, existe nada menos que 20 métodos de valoración y todos dan el mismo resultado, por lo que si se desea generar un rango de valoración, deberá hacerse escenarios de proyecciones, o en todo caso, utilizar otro método que no sea los ya mencionados. Entonces, ¿cómo escoger el mejor método de valoración? La respuesta a la pregunta anterior dependerá de tres factores: cuándo se desea valorar, qué se desea valorar y cómo se hará la valoración. Empecemos analizando el primer factor (el cuándo).
Como mencioné antes, toda empresa está constituida por insumos y procesos, es decir una parte tangible y otra intangible. Métodos como los estáticos por balance evalúan los hechos ya ocurridos en el pasado sin considerar la posible creación de valor a futuro, es decir que valoran únicamente la parte tangible de una empresa. Por ende, tales métodos son los ideales cuando se valora una empresa con expectativas de creación de valor nulas o muy bajas, como por ejemplo cuando hay un constante declive de sus ventas.
Los métodos basados en múltiplos, los métodos de descuento de flujos de caja y los métodos de creación de valor (DCF y VC por sus siglas en inglés, respectivamente) son métodos que valoran más la parte intangible, puesto que analizan la creación de valor a futuro. Los múltiplos valoran algún parámetro en particular de la empresa (como por ejemplo las utilidades, las ventas o el flujo de efectivo) mediante relaciones con el valor de empresas similares. El múltiplo más utilizado en mercados financieros desarrollados es el Price/Earning Ratio (PER). Si por ejemplo para valorar una empresa se utiliza un PER de otra empresa con un valor de 10,00 se indicaría que la empresa a valorar tiene un potencial de multiplicar sus resultados anuales en 10 veces.
Los métodos de DCF y VC se basan en el valor monetario al día de hoy de una serie de valores futuros previstos, para lo cual utilizan una tasa de descuento que representa la rentabilidad mínima exigida al negocio en función de los riesgos que ésta asume en sus actividades ordinarias, esto incluye tanto el riesgo económico (riesgos que afectan al sector o industria al que pertenece la empresa) como el riesgo financiero (riesgo procedente del endeudamiento). Estos métodos eminentemente valoran la parte más intangible de la empresa, lo que en ocasiones puede incluir su marca.
Analizando ahora el segundo factor (el qué) es importante definir qué parte de la empresa se desea valorar. Es decir, se puede valorar toda la empresa o solo su patrimonio. Esto dependerá de gran medida del propósito de la valoración. Si lo que se busca es conocer el rendimiento general de la empresa y la calidad de la gestión administrativa financiera, (como por ejemplo realizar pruebas de deterioro de valor según NIC 36) lo mejor será valorar toda la empresa. En cambio, si el propósito de la valoración es fijar un precio de intercambio en una transacción de compra venta, lo mejor será valorar el patrimonio y por ende las acciones o participaciones de la compañía.
Si se desea valorar toda la empresa, se puede utilizar (entre los métodos analizados anteriormente) el valor en libros del activo (Balance), el ratio sobre EBITDA (múltiplo), el flujo de caja libre descontado al WACC o flujo de caja de capital descontado a WACCbt (DCF) o el EVA (VC). Si se desea valorar el patrimonio, se puede utilizar el valor en libros del mismo (Balance), el ratio PER (múltiplo), el flujo de caja del accionista descontado al costo apalancado Ke (DCF) o el Residual Income Method (VC).
El análisis del tercer factor (el cómo) implicará siempre la cuantificación de aspectos que afectarán tanto la posición financiera y resultados en tiempo presente y a futuro. Por ejemplo, en los métodos basados en balance, muchas veces será necesario el ajuste de las partidas más significativas a valores de reposición o de realización (más allá del simple valor en libros), lo cual deberá estar soportado en muchas ocasiones en informes de peritaje de activos.
En la utilización de múltiplos será necesario disponer de los múltiplos más recientes y extraídos de operaciones que realmente tengan relación con la empresa que se está valorando, en aspectos como el sector, tamaño, posicionamiento, etc. La utilización de métodos de DCF y VC requiere un dominio profundo de las técnicas financieras de diagnóstico y proyección, además de dominar las formulaciones apropiadas de costo de capital aplicables a cada flujo de efectivo, sean éstos flujos finitos o a perpetuidad.
Como reflexión final, antes de escoger el mejor método de valoración, se debe analizar el qué, el cuándo y el cómo, puesto que una pequeña variación de un dato utilizado, a primera vista puede parecer insignificante, pero al momento de aplicarla en algún método de valoración, podría resultar en fluctuaciones muy importantes, llevando incluso a que el rango de valoración sea muy amplio, perdiendo así el sentido mismo de la práctica de valoración.